El haiku es una antigua forma lírica surgida hace más de 800 años en Japón, muy difundida en la tradición Zen para transmitir enseñanzas, y cuya escritura se extendió luego a occidente, siendo adoptada por muchos poetas en todo el mundo.
Son estructuras breves conformadas por solo tres versos sin rima, de 5, 7 y 5 sílabas, respectivamente; sin embargo, esta métrica puede variar ligeramente. Muchos haikus se enfocan en temas referidos a la naturaleza o situaciones de la vida cotidiana que ocurren en un lugar o en un momento concreto. Asimismo, se los describió como situaciones poéticas, bajo la forma de una anotación rápida, verdadera recreación de un momento privilegiado; exclamación poética, caligrafía, pintura y escuela de meditación, todo junto.
El escritor japonés más difundido es Matsuo Bashō, (1644- 1694), considerado el gran maestro del haiku, quien escribió:
Sobre la rama seca
un cuervo se ha posado
tarde de otoño.
Otro haiku escrito por Bashō y traducido por Octavio Paz y Eikichi Hayashiya, dice:
Este camino
nadie ya lo recorre
salvo el crepúsculo.
El último verso, “salvo el crepúsculo”, fue tomado por Julio Cortázar como título de su último libro, publicado después de su muerte.
También encontramos “Haikus de ciencia ficción”, de T. Murphy y M. Chiappino:
Somos un alma.
El cuerpo, un accesorio
modificable.
Nadie en la Luna
escribe poesía
viendo la Tierra.
Autores latinoamericanos como Mario Benedetti (República Oriental del Uruguay) y, particularmente en en nuestro país Jorge Luis Borges y otros poetas como el cordobés Rafael Roldán Auzqui, han expresado sus sentires mediante haikus.
He aquí algunos ejemplos:
De Mario Benedetti (Rincón de haikus):
Los hombres odian,
presumen, sueñan, pero
las aves vuelan.
La caracola
me deja al oído
viejos pregones.
Pasan las horas
y ya nos queda un poco
menos de vida.
En plena noche
si mis manos te llaman
tus pechos vienen.
De Jorge Luis Borges (La cifra):
Algo me han dicho
la tarde y la montaña.
Ya lo he perdido.
¿Es o no es
el sueño que olvidé
antes del alba?
Hoy no me alegran
los almendros del huerto.
Son tu recuerdo.
Oscuramente
libros, láminas, llaves
siguen mi suerte.
En el desierto
acontece la aurora.
Alguien lo sabe.
¿Es un imperio
esa luz que se apaga
o una luciérnaga?
De Rafael Roldán Auzqui :
El té en la taza
Se enfría lentamente…
También, el sol.
Niebla de otoño:
entre las ramas secas
el cielo espera…
Es notable cómo un texto tan breve y simple, escrito con palabras sencillas y cotidianas, puede transmitirnos nítidamente sensaciones y emociones tan intensas.
Y si de ternura y sencillez se trata, va aquí el acceso al cuento (¿infantil?) “Haiku”, de Iris Rivera, en el cual uno de los protagonistas es el perrito que da nombre a la composición. Además, el texto reproduce al comienzo un poema de Bashō.